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¿Por qué no usaré redes sociales en el 2023?
Private Draft
andoni lubaki
Jan 10, 2024
Location: Silicon Valley
(If you want to see this text in english click here)

A mediados del 2011 comencé mi carrera como foto periodista de guerra. Aquel año las (mal llamadas) primaveras árabes dieron la oportunidad a muchos jóvenes para comenzar una carrera en este oficio. El mismo año irrumpieron también las redes sociales en mi vida. Al principio me pareció una manera maravillosa de mostrar mi trabajo a editores, gente de mi alrededor, etc. Una herramienta que con el tiempo ha mostrado su doble filo. Mentiría si dijera que en un principio no me ayudaron. Sin Facebook en el 2011 quizás no hubiera podido ni dar el paso, ni posiblemente publicar. Sin embargo con los años esa afilada sierra se ha desafilado. Me explico.

Lo revolucionario de las redes sociales ha dejado paso a una máquina en el que el esfuerzo por destacar se convierte muchas veces en una inútil perdida de tiempo. Facebook pasó de alentarte de tener página de seguidores donde una publicación podía tener en torno a un 10% de likes del total de tus seguidores a tener un par de decenas. Hice varias pruebas donde comparé el alcance de dos posts: uno con un link mío a una matanza en Mosul y otra con una foto en un concierto con un texto tan superfluo que no quiero reproducirlo aquí. El primero tuvo “1 like” (mi tía) y varios editores que me seguían incluso me aseguraban que si entraban en mi página no aparecía por defecto el primero, sino que aparecía la foto (hecha con un Nokia con cámara de 2 megapixeles) con los hashtags #party, #happyday, etc. Facebook no quería mostrar mis contenidos. Era difícil poner publicidad en mi página y el algoritmo penalizaba. Sin duda no era mi espacio y me marché cerrando una página con 7500 seguidores. Como la mayoría no le aparecía nada de lo que publicaba (bajaron las vistas y likes en un 99%) nadie se dio cuenta de mi huida.

Twitter se llenó de gente anónima que no solo no aportaba sino que entorpecía que consiguiera información de lo que me gustaba. Tuve un par de ataques de haters y borré sin mas miramientos la “gran herramienta” para los periodistas.

Y llegamos así a 2021. Solo Instagram seguía instalado en mi iPhone. Viendo el cambio tan brusco que ha tenido este año (escribo esto 2022, pero me temo que seguirá de actualidad aunque pasen los años) comencé a hacer pruebas igual que hice con Facebook. En el año 2019 y 2020 subí como la espuma en esta red social “para fotógrafos”, hasta llegar a los 14k seguidores. De tener un ratio de likes y vistas de stories de casi un 20% (buenos números) bajé sin mas a un 3-4%. Encima, aún teniendo pocos seguidos, de cada 2 fotos en mi feed, uno era una sugerencia de Instagram y otra una promoción pagada. Vamos, que se convirtió mi móvil en una maratón de videos de gatitos graciosos y gente cayéndose delante de alguno que en ese momento grababa con su móvil. Me costaba más seguir a los que me importaba. En estas aparecieron las “stories” y cual ludópata en Las Vegas y a tope de endorfinas pasaba horas y horas viendo videos que no necesariamente cumplían con mis intereses. Varios fotógrafos de guerra compartiendo cervezas con amigos o sacándose fotos de sus esbeltas piernas en la playa no era lo que me interesaba. Había algún video interesante pero no justificaba el tiempo que pasaba hasta que aparecía delante de mí. La dictadura del algoritmo se había apoderado de una herramienta anteriormente útil.

Pero la nota que hizo que mis alarmas saltaran fueron dos conversaciones concretas. Las dos mantenidas con fotógrafos de guerra igual que yo. “¿Y qué vas a hacer sin Instagram?” fue una de las preguntas que me hicieron. Vi el miedo en sus caras. Uno de mis compañeros me aseguró que mi trabajo no iba a ser visto por nadie, que se olvidarían de mí y que no recibiría encargos y atención. Mi respuesta fue “Instagram no es el lugar para llamar la atención, hay demasiado ruido y es una fama de papel. Si para tener trabajo o mejorar tus condiciones necesitas Instagram mal te va a ir en el futuro”. La adicción y el espejismo que ha creado Instagram en los fotógrafos es tan pernicioso para nuestro devenir como las fake news. He visto a fotógrafos enfadarse por tener menos likes que su “amigo”. He visto a fotógrafos copiar fotos de una foto que tenía muchos likes en una zona de guerra como Ucrania. He visto a fotógrafos decir que uno es mejor que otro por tener más seguidores. He visto a fotógrafos trabajar en una estética Instagram para llamar la atención ya que tenían que vender un libro.

Instagram no es más que un espacio privado en el que impera una dictadura del algoritmo. Todo es efímero y no es un lugar para estar si tu mirada está puesta a medio o largo plazo.

Por eso, este año 2023, no usaré más que una red social: Telegram. Hacer llamadas desde el extranjero sin pagar y desde cualquier lado es una ventaja enorme en mi oficio. Pero no tendré ni siquiera Whatsapp (otro día hablamos del capitalismo de datos que también nos afecta y mucho a los fotógrafos).

Volveré a los que mis compañeros llaman “la caverna”. Al email de (casi) toda la vida y a la llamada telefónica. A presentarme a un editor. A huir de ser “famoso por necesidad dentro de un algoritmo” porque si no no se puede ser fotógrafo profesional. Espero no solo no equivocarme, sino mejorar mi trabajo en todos los aspectos. A tener la mente más despejada y no verme reflejado involuntariamente en otro y llenarme de frustración. Os lo iré contando en este blog durante este año.

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